Capítulo 7: Errores del pasado
Mikashi explicó al resto que se
comprometió con la muchacha hace tres años, pero rompieron lazos
cuando él decidió alistarse en la Orden Hogo Suru. La joven pensó
que había muerto cuando los integrantes de la Orden dieron una
paliza y abandonaron a Mikashi cuando se encontraban de expedición
en la región de Chia. Él rehízo su vida junto a la abuela Kutomi y
su familia después de que ésta le encontrara inconsciente y
desnutrido, así que decidió olvidarse de su pasado.
-¡Estoy muy feliz Moritaka! -Exclamaba
la joven con una gran sonrisa.
-Sabes que no me gusta que me llames
por ése nombre, Okimi.
-¡Está bien, Está bien! Pero hay una
cosa más... -Dijo la chica mientras se giraba y miraba a
Rinki-Rinki.
Okimi habló con el Hada y luego les
contó a los demás que como ella nació bajo la Umi Sekai, era capaz
de sentir y llamar al mar, por lo que presintió el ataque a las
Hadas y las llamó para ponerlas a salvo. También dijo que las Hadas
fueron producto de la marca del mar de alguien con un poder
equiparable al de la diosa Umi, que es la representación física de
una de los cuatro elementos creadores del mundo.
Ella era una sacerdotisa devota de la
diosa Umi al igual que lo era la abuela Kutomi, por lo que congenió
al instante con el grupo.
-¿Así que eres una sacerdotisa de
Umi? -Preguntó Taka mientras observaba a la joven con minucioso
detalle.
-Si, mi finalidad es transmitir el
mensaje de Umi, ella me usa como su herramienta para protegernos de
los Jigoku. Aunque ésos brutos de las Ordenes del Cielo prefieren
usar otros métodos mucho mas destructivos y que no respetan los
deseos de Umi, por eso los odio tanto...¡Por eso dejamos de estar
juntos, Mikashi!
-¡Lo se, pero fue mi decisión y
aunque fue errónea no puedo arrepentirme de mis actos, mi orgullo de
hombre está por encima de todo!
-Yo tampoco puedo arrepentirme, al fin
y al cabo rehíce mi vida tres meses después de que rompiéramos
nuestro compromiso.
-¿COMO? ¡Eso fue muy rápido! -Decía
Mikashi con el orgullo dañado.
Ellos le contaron el ataque del Jigoku y su destino hacia la Orden Horo Suru. Conversaron durante horas hasta
que finalmente anocheció y Okimi les ofreció cobijo en su casa
junto a su actual cónyuge. El grupo aceptó aunque a Mikashi no le
gustaba la idea de pasar la noche junto a su antigua prometida y a su
nuevo amado.
-¡Mi amo! ¡Ya estoy aquí!
-¿Como? ¿Llamas a tu esposo de esa
manera? -Se preguntaron todos sorprendidos.
-¡Oh! ¡Claro, así he de llamar al
hombre que me compró!
-¿QUE TE COMPRÓ? -Seguían
preguntándose y exclamando todos con las caras desencajadas.
De pronto apareció un hombre bastante
mayor y bien vestido que empezó a gritar a Okimi.
-¿Por que has tardado tanto en volver
de ese maldito templo? ¡Tú eres mía y tienes que obedecer mis
ordenes en todo momento! ¡Voy a tener que volver a azotarte!
-¡Lo siento mi amo! ¡Merezco ser
azotada! ¡E sido muy mala con usted! ¡Pero quería pedirle un
favor! ¡Deje que estos chicos se queden esta noche en su casa!
-No se porqué tengo que ofrecerles
alojo a estos críos! ¡Dame un motivo! ¡No, no me lo des! ¡A la
sala de castigo!
Y el hombre sacó un látigo y tiró al
suelo a Okimi al darle un gran azote. Volvió a levantar la mano,
pero en ese momento Mikashi se abalanzó sobre él y lo agarró por
le cuello.
-¡¡¡AGH!!! ¿QUE HACES? ¡Déjame,
yo compré a esa escoria de mujer y le daré su merecido!
-¡La única escoria que hay aquí eres
tú! ¿Como puedes tratar así a las personas?
-¡YO LA COMPRÉ! ¡ESTOY EN MI
DERECHO! ¿Y A TÍ QUÉ TE IMPORTA LO QUE HAGA YO CON ELLA?
-¡Preocúpate más de lo que voy a
hacer yo contigo! -Exclamó Mikashi al hombre bajo una mirada
iracunda.
El hombre sacó una campana de piedra
de su bolsillo y la hizo sonar. De pronto el suelo empezó a temblar
y las estatuas gigantes que tenía a los lados de la sala cobraron
vida, eran gigantes de piedra vestidos con armaduras de Samurai y
armados con Naginatas.
-¡JAJAJA! ¡VAS A SER CASTIGADO!
¿Sabes lo que son los Kyojin de Senshi? ¡Pues yo compré dos!
Prepárate para...
Mikashi noqueó al anciano con su
Katana envainada, lo lanzó al suelo y bloqueó el ataque de una de
las estatuas. Nakaru sonrió al verse envuelto en una pelea y se
lanzó hacia la otra, pero eran demasiado resistentes, las
estatuas ni se inmutaban ante los golpes de los chicos.
Taka socorrió a Okimi, que estaba en
el suelo.
-¡Señorita Okimi! ¡Tenemos que
ayudarlos!
-¡Pero él es mi dueño! -Decía entre
lágrimas la sacerdotisa.
-¿Como puede decir éso? ¡Él no es
dueño de nadie! ¡Tiene que reaccionar! ¡Piense en cómo se
sentiría Mika! ¿No ve que está luchando por su libertad?
-¡Oh! -Exclamó la muchacha cuando
alzando la cabeza vio como los chicos arremetían sin cesar contra
las estatuas a pesar de estar heridos y sin lograr causarles ningún daño.
Okimi se puso en pié con la mirada
firme y miró a Taka y Rinki-Rinki, que sin necesitar palabras
comprendieron lo que ella les quiso decir.
-¡Hermano, Mika! ¡Apartaos!
-¡Ahora lo comprendo! ¡La Diosa Umi
no quería ésto para mi! ¡Ha traído aquí a Moritaka y al resto
para que me dé cuenta!
-¡Rinki-Rinki! ¿Estás preparada?
-¡Rinki! ¡Rin! ¡Rin!
Los chicos se apartaron y Las chicas se
prepararon para entrar en acción. Primero Taka lanzó a Rinki-Rinki
hacia una de las estatuas mientras se transformaba en tentáculos y
la clavó en la pared. Entonces Okimi le lanzó una de sus
flechas de mar, rajando-la y acabando con ella. Después, la otra
estatua intentó atacar a Taka, pero se interpuso Nakaru
frenéticamente mientras seguía sonriendo de forma diabólica ante
la ferviente batalla y la repelió lanzando-la algunos metros hacia
atrás. Mikasi saltó sobre ella y la tumbó con un fuerte golpe en
la cabeza. El Hada volvió a las manos de Taka, se transformó en
martillo, ella corrió hacia la estatua y dio un salto.
-¡Vamos Rinki-Rinki! ¡Yo también
quiero ser fuerte, se lo debo a la abuela! ¡¡¡SHOGEKINAMI!!! ( Ola de choque )
El ataque aplastó a la ultima estatua,
poniendo fin al combate. Nakaru Se lanzó sobre su hermana gritando
al ver como se estaba convirtiendo en una guerrera mientras
Rinki-Rinki volvía a dormirse. Mikashi y Okimi se abrazaron y él le
dijo que nunca habría querido ese tipo de vida para ella y con una
tierna sonrisa ella se giró.
-¡Oye, Sacerdotisa! ¿Qué piensas
hacer ahora? -Gritó Nakaru.
-No lo sé, supongo que seguiré mis
rezos aquí, pero no volveré a tener un dueño jamás.
-¡Entonces está decidido! ¡Te vienes
con nosotros! -Dijo Nakaru con una gran sonrisa.
-¿Como? Yo, no puedo. Causaría muchas
molestias... -Murmuraba la joven avergonzada.
-¡Vamos Okimi, no tienes que decir
nada más! -Le dijo Mikashi para tranquilizarla.
-¿Eh? ¡Si, estoy a vuestro servicio,
aré lo que me pidáis!
-¡Tonta! ¡No tienes que ser tan
sumisa con los demás, pero eres graciosa! -Dijo Nakaru mientras
soltaba una carcajada.
-¡Un momento! ¿En qué momento yo e
dicho que ésta mujer pueda venir con nosotros? ¡No me caes mal pero
más vale que te mantengas alejada de mi querido Mika! -Gritaba Taka
enfadada.
El grupo salió de la casa y se dirigió
a la Orden Horo Suru, en busca de ayuda para vencer al Jigoku que les
dejó sin hogar.
CONTINUARÁ
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